martes, 28 de marzo de 2017

NIños que juegan, niños que aprenden


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A menudo, procurando el mejor futuro para nuestros hijos, tendemos a llenar sus agendas con actividades extraescolares. Sin embargo, la mayoría de expertos coincide en que hay que reservar un tiempo para el juego: los niños que no juegan, tampoco aprenden ni desarrollan las habilidades sociales y emocionales necesarias para la vida adulta.
Jugar no es perder el tiempo. Una agenda repleta de actividades extraescolares de lunes a viernes con extensiones en el fin de semana (partidos, exhibiciones, etc.) produce niños estresados, saturados de información y de actividad, con dificultad de concentración, incapaces de disfrutar del momento y siempre preocupados por la siguiente actividad o novedad. 
Además, los niños que están acostumbrados a tener el tiempo completamente planificado y dirigido por adultos no saben qué hacer si alguien no les organiza los momentos dedicados al juego, tienen poca capacidad de decisión, escasa creatividad y nula propensión a inventar o descubrir. A nivel social, les resulta difícil relacionarse, negociar con sus iguales, trabajar en grupo o resolver sus problemas solos.
A pesar de que los niños también socializan en actividades escolares, se trata de una socialización distinta. En estos entornos los profesores establecen las normas, dejando poco espacio a la actividad y la relación espontánea de manera que los niños no pueden aprender las consecuencias de lo que hacen o lo que deciden.
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Joan Domènech, director de la escuela Fructuós Gelabert de Barcelona advierte que, en educación, más no es sinónimo de mejor. “La capacidad de aprendizaje es limitada, y aprender es un proceso lento, que requiere sus tiempos: un tiempo de hacer, un tiempo de conversar o deliberar, y un tiempo de no hacer nada, de reflexionar; y ese último es el tiempo de juego”. Advierte que “los niños que no juegan no aprenden”, y precisa que cuando habla de juego no se refiere a juegos didácticos o educativos, sino al juego lúdico, sin más. “Estamos colonizando el tiempo de los niños; su agenda es un reflejo de cómo ocupamos los adultos el tiempo, y queremos que todo sea organizado, que todas sus actividades sean desarrolladas con personal cualificado, siguiendo el modelo escolar; pero el aprendizaje más efectivo se hace fuera de la escuela, jugando, sin límites horarios, sin reglas…”, afirma Domènech.
Imma Marín, pedagoga y directora de la consultora especializada en juego y educación Marinvaaconseja escoger actividades extraescolares lo más lúdicas posibles, que no resulten competitivas ni exijan formalmente unos resultados concretos. También recomienda dejar por lo menos una tarde libre a la semana para que los niños puedan jugar con sus amigos.
fuente:https://www.fundacioncadah.org/web/articulo/el-juego-como-facilitador-del-aprendizaje-una-intervencion-en-el-tdah.html